miércoles, 14 de noviembre de 2012

AL BORDE DE LA REVOLUCIÓN

Al borde de la revolución
Taborda se lamenta de la oportunidad perdida (foto: Getty Images).
Cerca. Muy cerca. Argentina tomó las riendas más laboriosas de los diversos caminos que atisbaba. Y casi le sale bien ante Brasil. Faltó poco o, mejor dicho, sobró Falcão. Lo cierto –e imborrable- es que los albicelestes anudaron la soga al cuello brasileño hasta que las arterias imploraban por el cese de la presión. La tiranía canarinha continúa después de 50 minutos. La revolución tendrá que esperar.

Tiranía como régimen autoritario desde que el Clásico sudamericano se introdujera en una espiral donde la sonrisa, casi siempre, suele ser verdeamarelha. En los 56 partidos que ambos han disputado durante la era FIFA (incluido el último), los brasileños se han alzado con 52 victorias, dos empates y sólo dos triunfos de sus vecinos latinos. Una torre demasiado alta para ser derribada.

Pero esta vez parecía que algo cambiaría, que el brillo viajaría hacia otras perlas bucales para que, por una vez, no triunfaran los mismos. Incluso la ausencia de Matías no fue motivo para frenar el vendaval del que el parqué azulado de Bangkok sería presente y cuyo marcador, pese a frotarse los ojos, iluminaba dos goles de ventaja argentinos al descanso. Merecidos, eso sí. Pocos equipos se recomponen a la recaída de su mejor jugador y obtienen energías de recovecos recónditos que se almacenan en su interior. Argentinaencontró el modo de desactivar las acciones brasileiros y, por unos instantes, el tango danzó a la samba.

La expulsión de Je no significó una revolución en las piernas de los de Larrañaga, lo que verdaderamente motivó la respuesta de las extremidades emocionales fue el arrojo y el bombeo del corazón, incesante por una fe inacabada en mostrar equidad entre los dos máximos exponentes del fútbol sala americano. Cada vez más cerca.

Y a la vez tan lejos. Brasil, con el paso de los minutos, extendía paulatinamente un manto dominador sin que Argentina lograra neutralizar el efecto. Un zarpazo, Neto; otro arañazo, Falcão. Un minuto sepultó el trabajo mientras Santiago Elías miraba sus redes incrédulo ante la oportunidad marrada. Así ocurrió el paso más duro de todos: pasar del éxtasis al derrumbe. Duro.

A los cinco minutos de iniciarse la prórroga, Falcão hizo acto de presencia y rescató el barco de Marcos Sorato. Arrodillado, llorando, certificó el pase de Brasil para las séptimas semifinales de su historia en otras tantas ediciones de la Copa del Mundo de la FIFA.

Argentina también derramó lágrimas.

Una acción conllevó múltiples reacciones. Se fue la segunda semifinal mundialista del palmarés albiceleste, se fue la posibilidad de ganar por tercera vez a Brasil, se fue la oportunidad de dejar a los brasileiros fuera de la penúltima ronda por vez primera. De nada sirven los minutos de resistencia o los 82 disparos padecidos. Se fue –con todo ello- la revolución.

Con la mente fría, valorar en su justa medida las gestas argentinas conllevará tiempo y criterio. Calma y repose. Desde la camilla de la clínica Cemtro, Matías vibró con sus compañeros y anduvo con su equipo. Quizá, el mayor mérito de este equipo: supo movilizar a los escépticos. Enorgullécete, Argentina, ¡carajo!

ANTONIO PULIDO

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