jueves, 15 de noviembre de 2012

LA ESTAMPA MÁS SÚBITA


Nos adentramos en la última fase del campeonato, donde se decide el paso determinante para acceder a la gloria o, en cambio, caer sepultado hacia el ostracismo. Nadie se acuerda de los que pierden y sí de aquellos que posan victoriosos en la instantánea final. Comienzan las semifinales del Mundial de Tailandia de fútbol sala.

La estampa más súbita
Falcão saluda a la grada (foto: Getty Images).
La mente olvida la caída. Los recuerdos se borran. Los valientes son rememorados. Cuando quedan apenas unas horas para librar las batallas más reñidas, la bonhomía disuelve sus dosis pacíficas instantáneamente. No hay tiempo para apiadarse ni modales para tender la mano: el último paso exige concentración en el cometido. Mientras la efectividad brasileña presencia acomodada su más que seguro pase a la final, su homónima colombiana se recuesta sobre la humilde silla del principiante, con sonrisa abierta, sin presión. Antes, sus respectivos compañeros españoles e italianos rascarán el primer finalista del torneo.Preciosa estampa.

Pese a que el marco que anticipaba el gateo del campeonato apuntaba a varios países, lo cierto es que la partitura que se preveía interpretada ha modificado las negras por corcheas, obteniendo como resultado una melodía inesperada, pero más fresca y rejuvenecida. Tres tenores (Brasil, España e Italia) se mantienen impasibles desde el primer día, confirmando el peso que se dispuso sobre sus hombros; sin embargo, un cuartobarítono inexperto (Colombia) se ha colado en la función sin pedir cita previa. De hecho, jamás tuvo la oportunidad de pedirla. Será su debut.

Curiosa la gesta cafetera, cuya primera participación mundialista  llegó al punto de verse finiquitada en la primera fase si el desastre guatemalteco no hubiese acaecido y, ahora, divisan el mundo desde uno de los cuatro pedestales que distinguen a los mejores combinados. No sin antes encomendarse al sufrimiento para socavar a rivales que, confiados, palidecieron su rostro al término de cada choque. Los octavos de final ya hubieran merecido coronas de flores en Bogotá, mas el corazón sudamericano aboga por incrementar el foso donde yacen Irán y Ucrania. Son el retrato de la resistencia.

En contraste, la lógica predecía con frías escuadras la presencia milimétrica de Brasil en estas semifinales. Aunque el destino siempre aguarda imprevistas sorpresas en el sendero y, en este caso, adorables sorpresas. Y es que la selección de Marcos Sorato apenas veía rasgadas sus vestiduras hasta el Clásico sudamericano donde, casi milagrosamente, Falcão-con parálisis facial incorporada- entregaría el billete a las séptimas semifinales de su historia en otras tantas ediciones, un camino sin espinas en lo que sería su pentacampeonato. Encarnan la imagen de la infalibilidad.

Resultó que las espinas perdidas en el trayecto brasileiro acabaron cruzándose con el caminar italiano justo en el peor momento, el del ajuste de cuentas con portugueses. Lo que hasta el momento fueron goleadas a rivales con menor categoría, tornó en un globo de pesimismo. Tres pinchazos de Ricardinho como tres puñales tuvieron la culpa de que la exasperación inundaran cuerpos azzurros al descanso. Quizá, ese desgarre imprevisto despertó el coraje presente en todos los equipos transalpinos, independientemente de cuál sea la disciplina a disputar. Remontada en los últimos minutos y cornada mortal en la prórroga. Espíritu. Pincelaron el retrato de la fe.

En la sombra se encontraba España, aturdida por un empate inicial que avivó las dudas frente a Irán y herida por la pérdida de confianza. No afectó al grupo. Después de cuatro partidos de emersión y con un carro más concurrido que después de la disputa de los 40 minutos, el seleccionado de Venancio López prosigue unido y orientado por la unidad y la humildad, únicas guías dignas de no propiciar traición. Con estos tributos se firmó la 14ª semifinal consecutiva (entre Eurocopas y Mundiales). Representan la efigie de la confianza en sí mismos.

Haciendo un ejercicio de síntesis, compendiamos un finalista europeo y otro sudamericano en la última batalla. Ambos, denlo por seguro, guerrearán al ritmo que estrechan sus manos como símbolo de equidad, desde el respeto. Así, mientras el mundo espera sucesor, el tiempo mojará la estampa más súbita que en un inicio se confeccionó. Y sí, los tres perdedores serán olvidados.

ANTONIO PULIDO

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